Los amigos conocen mi posición respecto del papado y el Vaticano (Renuncia del Papa, Argenpress 19/2/2013) y la ratifico en su totalidad, pero resulta que designaron a un argentino y algunos me consultaron. Creo que los defraudé, porque en lugar de sumarme a las críticas, que no son pocas desde este lado de la vereda, les transmití esperanza.
No se trata de chauvinismo, ni a la posesión de alguna información privilegiada y auspiciosa y tampoco que le ponga tantas fichas al hecho de que de vez en cuando Bergoglio viajara en subte o que al igual que mi padre, sea simpatizante de San Lorenzo. En otras palabras, bien puedo equivocarme. No sería la primera vez y espero que no sea la última.
Como todos saben vengo del palo de la iglesia, aunque de la rama tercermundista y más de una vez me escucharon decir que me noto cada día menos religioso y más creyente.
Como a todo el mundo la elección me sorprendió y creo que hay que dejarlo ser. Para mí es un buen gesto que haya elegido como nombre Francisco. Algunos compañeros me dijeron, “No eligió Francisco, eligió Francisco Primero” y yo aproveché a recordar que en mi humilde experiencia política con los obispos, siempre obtuve más de los conservadores que de los progresistas.
Alguna vez, hablando con el querido Jaime Denevares, me contó que antes abrazar el sacerdocio había seguido la carrera militar, llegando a ser oficial del ejército. “Luis – fueron sus palabras – a nosotros nos elige para garantizar la continuidad, pero uno puede cambiar. A mi me cambió la cabeza una huelga de obreros del Chocon…”
Simples seres humanos ante desafíos gigantescos, ojalá pueda llevarlos a buen puerto. Entre el escepticismo inteligente y la esperanza ingenua, me juego por esta.
Es un buen ejercicio dudar de mi mismo.
Luis Brunati